EL DERROTISTA: No somos iguales
No, para nada. Me alegro, demasiado diría yo, de que la joven gaditana socialista Bibiana Aído haya sido elegida ministra. El sentimiento tiene mucho que ver con la cercanía, con una vivencia más o menos común. Suele pasar. Y aunque no la he tratado personalmente, sí profesionalmente, en actos y mítines. Me cae bien. E indirectamente me cuentan que es una chica ‘normal’, juergas incluidas. Vivía a ratos en el Mentidero y desayunaba –según leo- en uno de los bares donde algún buen ratito pasé durante mi época de estudiante de la UCA. Y por eso también me enorgullezco, ya que la chavala no ha hecho la carrera en la Complutense de Madrid, no. Ella Empresariales, en la Universidad de Cádiz, como muchos otros conocidos. Y como colaborador, en las tareas de relaciones con los medios, siempre ha tenido al joven gaditano socialista Gabriel Alconchel, con quien coincidí en mi periplo sevillano por la señera Facultad de Gonzalo Bilbao. Ahora, aupado por su ‘jefa’, ha sido nombrado director general del Instituto de la Juventud. De lo que, igualmente, me alegro, mucho. Cada navidad, desde hace unos años, recibo el christmas oficial de Bibiana –primero como delegada de Cultura, y luego como directora de la Agencia Andaluza del Flamenco-, sospecho que remitido por Gabriel. Pero toda esta parrafada no es sólo para demostrar mi alegría. No. Las alegrías nunca vienen solas. Está muy bien lo de ser ministro. Pero muy mal lo de ser ministro de Igualdad. O mejor dicho, ministro –en este caso ministra- de Desigualdad. No se puede hablar de igualdad cuando se hacen leyes, se convocan ayudas y subvenciones, etc. en las que las mujeres tienen más protección, más ventaja, que los hombres. No, señores políticos. Eso se llama desigualdad. No; es “discriminación positiva”, quieren vendernos –¡y vaya paradoja: discriminación y positiva!-. Ya sé que la palabra igualdad –pero con el sentido que se han inventado los políticamente correctos- está de moda. Está de moda la llamada paridad, la hipocresía de un uso de la lengua forzado y antinatural –lo/as niño/as-, las listas cremalleras y la ultraprotección de la mujer. ¿Qué pasaría hoy día con las mamachichos? El hombre pasó a la historia.... Y por otro lado, si queremos ‘estar en la onda’, sea uno mujer u hombre, hay que cumplir hoy día un requisito básico: estar afiliado al PSOE o al PP. Con un poco de intersección divina, una pizca de suerte y algo de peloteo, alguna administración pública del futuro –que dicen que gobiernan para todos, aunque el mandamás sea de un lado u otro, y ya se sabe lo que tira la familia- te premia con un carguito, lógicamente por tu capacidad de trabajo, tus méritos… y también –más bien condición indispensable- porque tienes carné de sociata o pepero. Los que no nos significamos pagando cuotas a ningún partido y riéndoles las ocurrencias al ‘líder’ –en público claro, en privado…-, con similares méritos y capacidad de trabajo, incluso siendo mujer, probablemente no tendremos nunca –casi, alguna rara excepción habrá…- esa opción de tener un trabajito sin pasar oposiciones masificadas o una entrevista personal, currículum en mano… Ya ve, no somos iguales. No, para nada… bueno sí: populares, socialistas, mujeres, hombres, ministros y butaneros, todos acabamos igualados por la muerte. Ya lo cantó Jorge Manrique. Un hombre.
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