"Todos los fachas fuera del estadio..."
Mi Cádiz ya no es mi Cádiz. Es así. Quizá es algo prematuro este comentario, fruto de mis prejuicios, mas tengo la impresión de que me han arrebatado el sentimiento hacia mi equipo amarillo, que poco a poco se va mudando a blanco. Este Cádiz, el Cádiz que yo y muchos como yo hemos mamado con conciencia sobre todo a partir de la triste etapa de Segunda B jugando contra el Mármoles Macaé –y los 6.000 de siempre en Carranza-, ahora, deja de mirar hacia su provincia y sólo le interesa los madriles. Parece que este Cádiz, ahora “de primera”, dice por ahí un eslogan, tiene más prestigio y caché porque cada vez que se habla de cualquier asunto se termina la frase con un “avalado por Del Bosque”; o porque ahora está de moda que periodistas deportivos de medios nacionales se saquen el carné de abonado, que claro, son cadistas en la distancia, de toda la vida, porque veranearán en Sancti Petri, o yoquesé. Y ahora ya no nos patrocina ningún mindundi de aquí, ahora es Teka, que en la década de los 90 llevaran Butragueño y Michel en el pecho lobo, y supongo que en su cocina a la hora de freír unos huevos. Es verdad que este Cádiz es una empresa como otra cualquiera, y que los que eran sus dueños hasta ahora han terminado por aburrirse (de algunos) y les han vendido la historia a otros señores, unos señores de Madrid, aunque su principal figurante, Arturo Baldasano, haya nacido en Cádiz y también veranee en Sancti Petri. Todo lícito. Pero a mi me gustaría saber dónde estaba este frustrado aspirante a la presidencia del Real Madrid, hace seis años cuando mi Cádiz se arrastraba por aquellos campos de patatas, cuando los encierros, cuando cientos de gaditanos compraban simbólicas acciones por mil duros de la época, en definitiva, cuando el Cádiz era más sentimiento que negocio y plataforma mediática. No sé los demás, pero yo echo de menos al tacaño de Antonio Muñoz. Yo no quiero que mi Cádiz gane la liga ni juegue la championligue, que habrá que verlo. Yo me conformo con dar botes de alegría cada vez que marca un sufrido gol, cabrearme cuando se empata a cero en Carranza, reírme cada vez que desde fondo sur se canta un “todos los fachas fuera del estadio…”. Yo me conformo, como cantaba Marisol, con sentir. Y hoy día, este Cádiz no me mueve ni un pelo. Mañana, no sé… Dejaré de rasurarme.
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