lunes, 2 de julio de 2007

Uno es lo que es, carne o pescado

Si tuviera un hijo de los que todavía no fuman ni beben wiski a lo borrego, y me interrogara por esto del orgullo gay, de moda mediática estos últimos días, huiría diciéndole que preguntara a su madre... Pero, voy a reflexionar, por si acaso llega el momento, y su máma ha salido. Partiendo siempre de ese concepto de igualdad tan manoseado y políticamente correcto –aunque todos somos diferentes, o debería ser así, ahí está la gracia-, y desde mi visión de los mundos de Yupi, a mi niño le avisaría que lo fácil es nacer hetero, pero que no hay diferencias entre un heterosexual y un homosexual. Ambos son personas, que duermen, comen, trabajan –el que puede-, respiran… y tienen sentimientos, en un caso hacia semejantes del sexo contrario, y en otros del mismo sexo. E incluso hay quien navega entre las dos aguas. Y punto. No hay mejores ni peores, ni normales y anormales -¿no Rajoy?-, ni sanos ni enfermos. El ser humano es social por naturaleza, dicen, y en esa naturaleza está relacionarse con más o menos roce afectivo y/o físico con uno u otro ser, hombre o mujer. Uno es lo que es. Lo que ocurre es que esta sociedad que nos toca vivir no te deja ser, te impone ser, o te pone una cruz. Allá cada cuál con su valentía para hacerle frente a una sociedad caducada y necesitada de un nuevo sistema operativo que no se cuelgue, sin reminiscencias del pasado, que sólo debería quedar en los libros de Historia. Como estas macro-manifestaciones gays, con plumas, cuero, plataformas, música de Alaska…, que no son más que un simulacro de carnaval –y un negocio- que no ayuda nada de nada a que la sociedad loctite –bien pegada a los discursos de curas y personajillos trasnochados- acepte y tolere a los mariquitas, no vaya a ser contagioso, y el virus rosa acabe propagándose y la familia estándar desapareciendo o bailando como Locomia. No entiendo lo de los barrios gays, los directores de cine gays, los diccionarios gays, las series de TV gays… Creo que esto es un mercado más, hay que vender, vender gay. Y alguno cae, fijo. Aunque en realidad están autogenerando guetos, marcando distancias. La normalidad entre los de esta acera y la otra se impondrá con naturalidad cuando se dejen de poner etiquetas de gay a todo, y lo de los tópicos, como el que acabo de escribir de las aceras, o el de salir del ropero como una liberación, el de cuestionarse de forma idiota quién es el hombre y quién la mujer dentro de una pareja homosexual, el de escandalizarse y señalar a dos hombres o mujeres que van de la mano por la calle, o el de pensar que en la ducha con ellos, culito a la pared. Ahora, hijo mío, si me equivoco, y lo de ser homosexual –o gay, si se tiene dinero-, es lo que sale en la tele… prefiero que nazcas siendo del Sevilla.

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